CIRCULAR: CEMENTERIO DE SALERES, BARRANCO DE LA LUNA, CEMENTERIO DE SALERES.
Con esta sensacional foto de este Barranco de la Luna mientras vamos inmersos por el arroyo que lo formó, les presentamos esta ruta de media tarde que añadimos como excursión facultativa a la que realizamos al amanecer a la Cascada de los Bolos del Río Dúrcal, completando así una jornada muy refrescante.
SINOPSIS DE LA RUTA.-
- Iniciamos desde el Cementerio del pueblo de Saleres (situado en la parte meridional del valle de Lecrín) por la carretera GR-3300 en dirección Albuñuelas, para coger el primer carril que nos encontramos a la derecha y que nos baja a la parte alta del Barranco de la Luna.
Al llegar a la torrentera tomamos a la derecha primero atravesando un estilizado olivar situado entre las paredes del barranco que forman alargados covachones en la parte más ancha del trayecto. La vegetación de ribera es exuberante y algo complicada de atravesar hasta que nos introdujimos en el cauce.
Bajando inmersos en la poca agua de la torrentera las paredes se estrechan y apenas se puede ver el cielo. Así fuimos alucinando, disfrutando de los preciosos recodos de la encajonada cerrada hasta llegar a su final.
Desde la salida a la derecha sale una senda que nos subiría entre almendros, olivos y árboles frutales hasta llegar al punto de partida.
Mientras bajábamos al barranco no podíamos ni imaginar lo que nos encontraríamos, por lo que este recorrido supuso una enorme y satisfactoria sorpresa que pasamos a detallarles en el siguiente reportaje.
Saludos.
DOMINGO 23 DE JULIO DE 2017.
Mientras bajamos por el carril desde el Cementerio de Saleres vemos abajo el Barranco de la Luna que atravesaremos de arriba hacia abajo.
Llegando al estilizado olivar por el que iniciaremos la entrada al barranco tomando a la derecha arroyo abajo.
Primer covachón que encontramos en la vertiente izquierda del barranco.
Esta saludable chumbera parece ajena a la bacteria que está acabando con esta especie prácticamente en toda Andalucía. Aquí la vemos conviviendo liada a otros arbustos.
Estamos al inicio que es la parte más abierta del recorrido por el barranco.
Cóndor sigue un sendero entre grandes trozos de rocas en su mayoría desprendidas de ambas paredes que delimitan la hondonada.
En esta zona aún abierta, dónde el sol aprieta, la vegetación es variada y tupida.
Nos llaman la atención este estilizado olivar que parece elevarse buscando el sol y la luna.
Estos dos olivos parecen salidos de un cuadro del Greco.
De Vega en calma.
Cielo gris.
suelo rojo…
De un olivo a otro
vuela el tordo.
suelo rojo…
De un olivo a otro
vuela el tordo.
(En la tarde hay un sapo
de ceniza y de oro.)
de ceniza y de oro.)
Suelo gris.
Cielo rojo…
Cielo rojo…
Quedó la luna enredada
en el olivar.
en el olivar.
¡Quedó la luna olvidada!
Emilio Prados
En este covachón de la márgen derecha les presentamos al grupo que desde la izquierda son: Córvido Carcávico, Halcón Peregrino, Cóndor, Coyote y Martín.
En esta zona las paredes y covachones del Barranco de la Luna muestran numerosos fósiles marinos, lo que viene a demostrar que los peces disfrutaron del paraje mucho antes que nosotros.
Sorprendente Cárcava viejo Córvido.
Martín nos muestra estas lianas que se descuelgan de la pared de la vertiente derecha y que vienen a dar testimonio de lo vivo que está el barranco.
Pese a la prolongada sequía la vegetación ribereña es muy abundante.
Coyote y Halcón Peregrino esperan a los fotógrafos ansiosos de poder seguir conociendo los enigmas de esta quebrada.
A la derecha vemos la increíble altura que alcanzan aquí los olivos.
Poco a poco vamos dejando atrás la zona más ancha del barranco.
En la pared de la vertiente derecha vemos una de las inaccesibles cuevas que configuran un entorno claramente kárstico.
La roca caliza ha sido moldeada como bien vemos en esta curva por la fuerza de las aguas de la torrentera embistiendo durante siglos durante las cíclicas crecidas.
Zona de espesa vegetación.
Semitapado por las numerosas higueras vemos parte de otro gran covachón.
Seguimos atravesando la espesura.
Atrás dejamos una pequeña cascada que contribuye a incrementar el pobre caudal con el que comenzamos.
Coyote entrando en este alargado y erosionado recodo. Arriba a la derecha vemos una plataforma de madera que no sabemos que función tiene.
Córvido Carcávico entrando en la suntuosa cárcava.
Martín nos sirve como referencia para apreciar el gran tamaño de esta curva.
Quizás sea aquí donde viene periódicamente la Luna Nueva a regenerarse para iniciar sus cuartos crecientes.
Coyote está hoy dando rienda suelta a su infatigable espíritu aventurero.
Detalle del techo del gran covachón. Se advierte su pasado marino en la forma que han dejado algunos fósiles al desprenderse.
Saliendo del gran covachón.
Llegando a la zona estrecha.
A la humedad de las kársticas paredes se agarra la vida que aunque cada vez con más dificultad acaba abriéndose camino.
Martín al que aún se le nota la alegría de la ruta mañanera a la cerrada del Río Dúrcal, nos invita a entrar a uno de esos lugares que te dejan de piedra.
Son las 13 h y 38 minutos y el sol cae aplomo sobre los farallones del barranco mientras nosotros bajamos la mar de fresquitos por su interior.
Mirando atrás vemos la parte alta del gran covachón.
Córvido Carcávico viene rezagado atraído por lo que ve.
Mientras pasa, Cóndor recoge sus alas ante la estrechez que viene.
Ante tan sorprendente estampa le decimos a Coyote: "¿Pero esto que es, parte de la Luna?
Nos hemos quedado mudos.
Halcón Peregrino se lleva este sorprendente recuerdo.
Nunca podíamos imaginar mientras bajábamos por el carril mirando hacia el barranco que pudiera esconder tanta belleza.
Y para disfrute cada vez hay más agua.
Los viejos rokeros se rejuvenecen absorviendo el río de corrientes telúricas que irradian los sagrados elementos de este alucinante estrecho.
La fuerza de las aguas ha ido labrando esta cerrada que cada día es más ancha. En el lejano pasado cuando era mucho más estrecha su paso sólo estaba reservado a los rayos de luna.
La sorpresa nos ha dejado como petrificados fósiles azules.
Farallones en forma de cuarto menguante, refugio de la Luna Nueva que viene de vez en cuando a regenerarse de fertilidad mientras se protege y refresca entre estas paredes, para poder afrontar de nuevo la cada vez más asfixiante canícula.
EL
SALMO DE LA PIEDRA
Porque cada piedra
es una sílaba
del inmenso nombre
que entre todos deletreamos
y la creación no es
más que una canción de amor
que brota de su
corazón paciente.
No queremos ser más
ni menos que las piedras:
eternamente a la
espera sin espera
de nuestro propio
espacio
y nuestra propia
duración.
No es en vano que
invocamos
el silencio
perfecto de las piedras
en largas
conversaciones con la noche:
materia y
electrones zumbando
a tan altísimas
frecuencias
que sólo la
velocidad de la poesía
da para comprender
semejante lenguaje.
Pero vale la pena hacer
el esfuerzo
por alcanzar tal
estado de vertiginosa quietud:
los fósiles del
viento no tienen más cuerpo
ni las huellas del
cataclismo
donde los Dioses
escribieron sus nombres
con carbones
encendidos
son más claras
ni son más antiguas
las primeras
palabras que balbuceó la tierra.
Y así como no hay
dos piedras del mismo color,
la misma forma, la
misma textura y el mismo peso,
no es posible
encontrar dos piedras con una misma voz.
Hay que llamar a
cada una por su nombre
secreto, recóndito,
intransferible...
un nombre tan
apartado
del corazón de los
hombres
que se diría -casi-
inexistente.
Pero existe: basta
con tocar a una piedra
para sentir como
todo en ella despierta
al íntimo llamado
del calor
y al ritmo
primigenio de la sangre.
Su amor es y no es
de este mundo.
Sus buenas obras
caen por su propio
peso.
Es su pobreza la
que opera el milagro.
El fuego que
alienta en cada piedra
es un sol de ceniza
que tiene millones
de años dormido.
A donde quiera que
va la piedra va su casa,
su cuerpo, su
sombra y su luna interior.
Todo es tan
sencillo con las piedras...
no tenemos que
desperdiciar energía
tratando de
explicarnos...
ellas nos
comprenden sin necesidad de palabras.
Porque no hay mejor
compañía
en una larga noche
de insomnio
que una dulce
piedra dormida en la palma de la mano.
No hay mejor
remedio
para la melancolía
de los suicidas
que una piedra
preciosa atada al cuello.
No hay mejor aliado
en una batalla
crucial
que una piedra
dispuesta a todo.
No hay mejor
refugio
para nosotros, los
seres humanos extraviados,
que una piedra para
volver a casa.
Alberto Blanco.
Continuamos aguas abajo decididos a introducirnos en este gran útero lunar.
Atrás dejamos el gran covachón, no queremos molestar por si la luna baja a sestear.
Halcón Peregrino se ha quedado pegado a esta roca.
Seguimos con la ilusión a tope por conocer el resto de este maravilloso estrecho.
Estamos muy orgullosos de poder caminar junto a Martín. Gracias por preparar esta sorprendente ruta.
A las 13'48 h el implacable Sol parece buscar por encima de esta rendija a su amada la Luna.
Genial foto de estos dos ruseños a los que el senderismo les ha dado la oportunidad de compartir y conocerse: Córvido Carcávico y Halcón Peregrino dos consistentes rocas de nuestro humilde club.
No queremos dejar pasar las distintas perspectivas que se nos presentan a cada paso.
Al fondo vemos como el paso se estrecha aún más.
Atrás dejamos esta bellísima galería.
Las fotos hacia el otro lado de esta oscura rendija auguran grandes sorpresas.
Por detrás Córvido Carcávico no pierde detalle.
CANCIÓN
PARA DESPERTAR
Utero despierta!!
camina y vibra como un sol
camino de luna
camino de amor
Utero despierta!
las lobas corren en tu voz
camino de luna
camino de amor.
camina y vibra como un sol
camino de luna
camino de amor
Utero despierta!
las lobas corren en tu voz
camino de luna
camino de amor.
Analia Martínez Suárez.
Martín aparece eufórico ante el nuevo hallazgo.
Y esta foto para el rezagado que camina saboreando sus pasos.
Coyote posa en este nuevo útero en el que vemos una enorme piedra encajonada en el techo.
Atrás alguien de otro grupo anterior dejó su sombrero sobre la roca.
Antes fue un sombrero, ahora es basura, la cabeza está para algo más que para llevar sombrero.
El astuto Coyote sabe perfectamente cuando tiene que parar.
Hasta los rayos de Luna tienen difícil el bajar por aquí.
Los de vanguardia reclaman su tributo.
Unos pocos metros más adelante vemos sobre las paredes un nuevo bolo encajonado.
En este lugar de los bolos encajonados nos vamos a recrear durante un rato. No vean el fresquito que hace aquí dentro y máxime sabiendo la que está cayendo fuera.
Salidos del útero materno hemos acabado en las entrañas de este otro útero geológico.
CAERÁ
LA PIEDRA SEPULTURA
Ya está en camino
la roca despeñada
trayendo tras de ella
sus aliadas.
Con su cuchilla atada a la cintura
caerá sobre los viles poderosos
sentados en sitiales eclesiásticos
en sus asientos imperiales
caerá la una
la cien
y las que vienen
y cortarán la torta del avaro.
Caerá la piedra despeñada
con su cuchilla atada a la cintura
seccionando las manos de los monstruos
que entierran a los pobres
con sus huesos de hambre.
Despojará al villano dueño
de la tierra y el hombre
ignorando su sentencia histórica
imprudencia de necios
debutará su omnipotencia
bajo la ira
de la cuchilla atada.
Beatriz Ojeda
Que buen lugar para pasar lo que queda de este terrible verano de 2017.
Esto no es un barranco este es el nido de amor del Sol y la Luna.
Seguimos respetuosamente invisibles, como las huellas de nuestros pies sobre el agua.
Detalle de las piedras encajonadas vistas desde abajo.
La expresión de Martín es de plena satisfacción.
De “Piedra
de sol”
frente
a la tarde de salitre y piedra
armada de navajas invisibles
una roja escritura indescifrable
escribes en mi piel y esas heridas
como un traje de llamas me recubren,
ardo sin consumirme, busco el agua
y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
pasadizo de espejos que repiten
los ojos del sediento, pasadizo
que vuelve siempre al punto de partida,
y tú me llevas ciego de la mano
por esas galerías obstinadas
hacia el centro del círculo y te yergues
como un fulgor que se congela en hacha,
como luz que desuella, fascinante
como el cadalso para el condenado,
flexible como el látigo y esbelta
como un arma gemela de la luna,
armada de navajas invisibles
una roja escritura indescifrable
escribes en mi piel y esas heridas
como un traje de llamas me recubren,
ardo sin consumirme, busco el agua
y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
pasadizo de espejos que repiten
los ojos del sediento, pasadizo
que vuelve siempre al punto de partida,
y tú me llevas ciego de la mano
por esas galerías obstinadas
hacia el centro del círculo y te yergues
como un fulgor que se congela en hacha,
como luz que desuella, fascinante
como el cadalso para el condenado,
flexible como el látigo y esbelta
como un arma gemela de la luna,
Octavio Paz.
Cóndor y Halcón Peregrino atraviesan esta zona de bolos caídos.
En época de crecida las aguas bajarán por aquí tan rápidas o más que los trineos sobre el hielo en el deporte del bobsleigh.
Una nueva y agradable sorpresa. De la pared de la vertiente izquierda cae una pequeña cascada
Abordamos el tramo final del recorrido por la cerrada.
No podemos dejar de mirar atrás.
La cegadora luz del sol anuncia que esto se acaba.
Córvido Carcávico sale de la cerrada poco convencido por tener que dejar atrás un lugar de tanta belleza.
Aunque la torrentera sigue en busca del Río Albuñuelas, aquí es donde termina la parte estrecha del barranco.
Mientras subimos por una senda hacia Saleres nos despedimos del sorprendente Barranco de la Luna.
La bonita senda nos sube entre olivos, almendros, limoneros y otros árboles frutales.
La geografía andaluza está llena de sorpresas y esta ha sido un inaudito hallazgo.
Conforme subimos vemos a nuestra izquierda el Barranco del Aceituno unirse con el de la Luna.
La senda nos lleva a esta era por encima del cementerio y pueblo de Saleres. Siguiendo el valle vemos la localidad de Restábal y un poco a la izquierda su vecina Melegís.
Córvido Carcávico desde la era nos muestra abajo en la izquierda la rendija en la que está enclavado el Barranco de la Luna.
Al fondo Sierra Nevada sin nieve. Vemos como la Loma de Lanjarón sube primero hacia el Caballo y acaba en el Veleta.
Vistas hacia el Sur-Oeste con varias sierras que tenemos ganas de conocer. El vehículo lo aparcamos junto al depósito de aguas de Saleres.
Y de nuevo la penúltima para Martín por su gran pericia a la hora de diseñar estos recorridos tan sorprendentes.
En Melegís nos paramos en el restaurante "Los Naranjos" al aire libre bajo una sombreada terraza para saborear la gastronomía de la zona. Fue el gran colofón a una inolvidable jornada.
GORRIÓN
No
olvida. No se aleja
este
granuja astuto
de
nuestra vida. Siempre
de
prestado, sin rumbo,
como
cualquiera, aquí anda,
se
lava aquí, tozudo,
entre
nuestros zapatos.
¿Qué
busca en nuestro oscuro
vivir? ¿Qué amor encuentra
en
nuestro pan tan duro?
Ya
dio el aire a los muertos
este
gorrión, que pudo
volar,
pero aquí sigue,
aquí
abajo, seguro,
metiendo
en su pechuga
todo
el polvo del mundo.
Claudio
Rodríguez
Longitud del trazado: 1'95 km.
Duración: 1h 23 minutos (sin paradas para comer)
Grado de Dificultad: Media. (cuidado con lo resbaladizo de la roca por el agua)
Agua: Llevar.
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